Constanza de Hohenstaufen

Por Jesús Moya Casado

     Tal día como hoy 23 de septiembre del año 1689, la Junta de Electos de la Iglesia de San Juan del Hospital, acordó hacer una urna en la nueva capilla de Santa Bárbara para colocar los restos de la Emperatriz Constanza de Hohenstaufen.

     Algunos autores confunden a esta emperatriz con la Emperatriz Constanza de Suavia. Esta nació en 1248 y aquella en el siglo XIV. Además Constanza de Suavia está enterrada en la catedral de Barcelona y Constanza de Hohenstaufen lo está en la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia.

Los restos de la Emperatriz Constanza de Hohenstaufen en la capilla de Santa Bárbara.

     Pocas biografías resultan tan apasionantes como la de Constanza de Hohenstaufen.

     El inicio de la novela “Mare Nostrum” de Vicente Blasco Ibáñez, recoge la leyenda de esta mujer: “Sus primeros amores fueron con una emperatriz. Él tenía diez años y la emperatriz 600”.

     “Lo primero que buscaban sus ojos en la capilla de Santa Bárbara era una arca clavada en la pared a gran altura, un sepulcro de madera pintada, sin otro adorno que esta inscripción: “Aquí yace doña Constanza Augusta, emperatriz de Grecia”, continúa.

     Constanza era la hija del gobernante más poderoso de Europa, Federico II de Hohenstaufen, Rey de Sicilia, que por las alianzas típicas de aquella época quiso casarla cuando sólo tenía 14 años. Lo hizo, nada más y nada menos, que con Juan Ducas Vatatzés, emperador de Bizancio. Él tenía 50 años, es decir, 36 más que ella, un auténtico anciano para aquel siglo. Poco tiempo duró el matrimonio y Constanza fue pedida por Miguel Paleólogo, reconquistador de Constantinopla. Gracias a su hermano Manfredo, convertido ya en rey de Sicilia, volvió a su patria. Entonces comenzó la primera huida de Constanza que se marchó junto a su cuñada y sus sobrinos a Lucera, a un castillo en el que les protegían los sarracenos.

     El castillo fue atacado y la cuñada murió tras cinco años de retención y angustia. A Constanza la dejaron libre por no representar un claro peligro. Constanza, poseía tierras en Anatolia pero el dinero que le generaban no llegaba nunca. La emperatriz decide embarcarse hacia Valencia.

     Constanza se instala en el desaparecido Palacio del Real de Valencia y allí vivió y regentó. Fueron muchos los reyes que la visitaron.

     Cuenta la historia que cuando llegó a Valencia sólo tenía como equipaje un trozo de la roca de Nicodemia, un objeto que era más bien una reliquia y que, según cuenta la leyenda, se convirtió en agua para el bautismo de Santa Bárbara.

     Un día, dice la leyenda, Constanza paseaba cerca de la iglesia de San Juan del Hospital y su caballo pareció hacerle una señal hacia el suelo. La emperatriz bajó, rascó la tierra y encontró una imagen de Santa Bárbara que se llevó a casa y lavó. Esa agua limpiadora la utilizó para bañarse a ella misma y de esta forma, milagrosamente, su cuerpo que acogía el temible mal de la lepra, sanó.

     Hasta los 77 años Constanza vivió en el Palacio Real que ahora ocupan los Jardines de Viveros. Como gesto de gratitud a la santa, Constanza construyó una capilla en la iglesia de San Juan del Hospital dedicada a ella. También ella quiso que su cuerpo descansara en ese espacio sagrado. Murió el 15 de abril de 1307 y todavía hoy puede verse la inscripción: "Aquí yaçe Doña Gostança Augusta, Enperatriz de Greçia".

     En las imágenes vemos la capilla de Santa Bárbara en la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia y la urna conteniendo sus restos.

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