JOSÉ JOAQUÍN DE LÀNDERER Y SUS OBSERVACIONES SOBRE EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE LA "MOLA MURADA" DE XERT

por Juan Antonio Micó Navarro

  

        Todos hemos oído hablar del poblado prehistórico de la "Mola Murada" de Xert, pero en general desconocemos su importancia o al menos la que se le llegó a atribuir a este yacimiento arqueológico en los tratados de historia de la Comunidad Valenciana o de la provincia de Castellón, editados a finales del siglo XIX y primera mitad del XX.

        Así, por ejemplo, Teodoro Llorente en su obra titulada Valencia. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia, editada en 1887, reproducía una síntesis del artículo publicado por José Joaquín de Lànderer, en La Ilustración Española y Americana, en 1880, en que por primera vez este científico valenciano daba a conocer públicamente este enclave prehistórico de nuestra península.

        A comienzos del siglo XX, en el tomo dedicado a la provincia de Castellón perteneciente a la extraordinaria obra denominada Geografía General del Reino de Valencia, su autor, el eminente historiador Carlos Sarthou Carreres se refería a este poblado en los siguientes términos:

        "A este período neolítico, inmediato predecesor del de los metales y no muy apartado del momento en que aparece el testimonio histórico, refieren generalmente los autores la construcción de los llamados monumentos megalíticos ..."

        "Uno de los antiquísimos monumentos, y sin duda el más importante que existe en esta región, es el lugar fortificado conocido por la Mola Murà de Chert, dado a conocer por José J. Lànderer y que más tarde ha sido clasificado por Sales y Ferré y Altamira, y estudiado por Juan A. Balbás y T. Llorente entre otros".

Mola Murada.

        Como personas interesadas en el pasado de nuestro pueblo nos hemos planteado inmediatamente unas preguntas que queremos intentar resolver en este artículo: ¿Quién fue Lànderer y cuál su relación con Xert? ¿Por qué, que sepamos, no ha sido excavado científicamente este yacimiento arqueológico con posterioridad a su descripción en 1880, siendo así que los autores mencionados antes lo citan como importante para el conocimiento del poblamiento prehistórico valenciano? Comencemos, pues, por desvelar la identidad de nuestro personaje. Para ello vamos a trazar una breve semblanza biográfica a partir de un reciente trabajo que sobre él y sus aportaciones a la ciencia, han publicado los investigadores Víctor Navarro y Rodolfo Gozalo, para centrarnos a continuación en su artículo publicado en La Ilustración Española y Americana en que dio a conocer sus observaciones científicas y sus dibujos sobre el poblado de la "Mola Murada".

        José Joaquín de Lànderer y Climent nació en la ciudad de Valencia el 19 de Marzo de 1841. Era hijo de un militar de origen suizo, que prestaba servicios en el ejército español y que había contraído matrimonio con una valenciana llamada Vicenta Climent.

        Estudió en su ciudad natal el bachillerato, donde obtuvo el grado en la especialidad de ciencias, pero no siguió sus estudios en ninguna universidad española, sino que dada su excelente posición económica familiar, pudo llegar a adquirir una educación científica autodidacta, comprando los instrumentos y material bibliográfico necesario para poder cultivar varias especialidades científicas, en las cuales destacó por sus contribuciones. Parece que residió en su juventud algún tiempo en París, llegando a dominar perfectamente el francés y adquiriendo contactos con científicos galos que mantendría a lo largo de su vida, y que posibilitarían que llegara a ser miembro de varias academias científicas, como la Societé Géologique de France o la Societé Astronomique de France.

        Lànderer,como hemos dicho, fue un hombre polifacético que dedicó sus inquietudes al estudio de distintos campos científicos. Pero no es nuestra intención profundizar en su biografía. Tan sólo diremos que publicó el primer tratado aparecido en España en castellano sobre mineralogía y que se ocupó también de la física y la meteorología. Fue pionero en la observación directa de las corrientes telúricas y en el campo de la astronomía destacó por sus observaciones sobre la polarización de la luz solar reflejada en la luna, que le indujo a afirmar que ésta era un planeta muerto, o por sus observaciones sobre los satélites de Júpiter o sus cálculos, con antelación, de la marcha y trayectoria que seguiría la sombra y la penumbra de la luna sobre la tierra en los eclipses totales de sol, visibles desde España, de mayo de 1900 y agosto de 1905. Este último trabajo sobre los eclipses le valió la concesión, por parte de la reina María Cristina, de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Naval, y que la Societé Astronomique de France le concediera la medalla Jaussen. Así mismo, sería decisivo su apoyo para la creación del observatorio del Ebro en Tortosa, al cual designó, tras su muerte en 1922, heredero universal de sus bienes, en los que se incluía su biblioteca, los manuscritos científicos y la correspondencia, y donde aún se conservan afortunadamente.

        Pero para nosotros resulta más importante su faceta como geólogo y paleontólogo, porque atañe a nuestro pueblo.

        Su vinculación y sus estudios relacionados con el Maestrazgo se explican por su matrimonio con la tortosina Dolores de Córdoba y Valverde, lo que haría que a partir de 1868 Lànderer compaginara su residencia en la ciudad de Valencia con largas temporadas estivales en Tortosa, donde le sobrevendría la muerte.

        Fruto de sus investigaciones en este campo fue la creación de un laboratorio geológico dedicado al análisis de la composición química de los terrenos agrícolas, que se dedicaba a orientar a los propietarios de tierras y agricultores para que alcanzasen un mejor rendimiento de sus explotaciones agrícolas.

        Así mismo, publicó en 1872 un trabajo titulado Monografía paleontológica del piso áptico de Tortosa, Chert y Benifazá, en el que hacía una descripción detallada del terreno que denominó “genético”, perteneciente al cretáceo inferior. Esta es una formación estratigráfica típica de esta zona tanto desde el punto de vista geológico como paleontológico. La obra describe los fósiles que pueden encontrarse en este terreno, por lo que tiene especial interés para Xert, donde encontramos abundantes vestigios de la fauna prehistórica repartida por todo el término municipal.

        Tras perfilar la biografía de Lànderer vamos a centrarnos en nuestra segunda pregunta: ¿Cuál fue su relación con Xert y qué encontró en la “Mola Murada”? Él mismo nos indica en el tantas veces citado artículo de 1880, que tituló El Maestrazgo en los tiempos prehistóricos, cómo llegó a nuestro pueblo y al yacimiento arqueológico:

        “Hacía tiempo que ese montón de piedras, visible desde La Jana, había llamado la atención de su ilustre párroco D. Ambrosio Sanz, virtuoso sacerdote, que aunque no se ha dedicado al estudio de las ciencias, porque no ha conocido sino muy tarde la importancia de estos conocimientos, efecto de la escasa instrucción científica que se da todavía en casi todos los seminarios de España, manifiesta, no obstante, a la Geología y a sus altas enseñanzas una admiración digna de aplauso, y hace por ellas celosa y activa propaganda entre sus colegas. El nombre de Mola Murada avivó su deseo de conocer de visu el terreno, sospechando que pudiera tratarse de un verdadero muro o margen de origen desconocido, y decidiose al fin a emprender un viaje de exploración”.

        Así pues fue mosén Ambrosio Sanz quien descubrió el poblado. Pero ¿fue desde La Jana desde donde este sacerdote erudito descubrió el yacimiento o el topónimo? Si consultamos la Historia Eclesiástica de Chert, publicada por mosén Miguel Segarra Roca, veremos que nos da la clave de este rompecabezas. Así comprobamos que mosén Ambrosio, nacido en Cervera el 7 de diciembre de 1833, fue vicario de Xert desde el 22 de enero de 1858 hasta septiembre de 1877, de donde pasó a La Jana. Esto explica que conociera perfectamente la “Mola Murada” y su enclave y que, posiblemente, la visitara desde el mismo Xert y no cuando ya estaba destinado en la parroquia de La Jana. Es mucho más lógico, puesto que por su curiosidad innata sobre las formaciones geológicas y porque el murallón exterior del poblado debió llamar siempre la atención de los pastores y habitantes de nuestro pueblo, lo debieron llevar a interesarse por aquella construcción que pensó que tendría posiblemente importancia para explicar el antiguo poblamiento de la comarca.

        Volvamos, pues, al artículo de Lànderer para ver cómo intervino éste en el descubrimiento y en la divulgación científica del hallazgo:

        “Apenas realizada esta visita (por mosén Ambrosio Sanz), me comunicó sus impresiones; y pareciéndome que los resultados no podían ser más interesantes, resolví personarme sin pérdida de tiempo en el lugar del descubrimiento. Así lo hice, y lo primero que se presentó a mi vista fue el extenso muro que corre transversal de un lado a otro de la pequeña Muela, aislando toda su porción oriental de la región más baja y de la Muela mayor, y dejando cerrado de este modo un recinto que en su borde Norte y Este se halla defendido por el precipicio natural de la meseta, y por el antedicho muro en lo restante de su circuito. Procedí a medir la altura sobre el nivel del mar, levantar un croquis y sacar dibujos de los más notables. La primera, deducida de observaciones hipsométricas, he encontrado ser de 734 metros. El segundo y a la vista del muro, por el lado exterior que lo deja ver en lo alto de la pendiente, muestra al mismo tiempo el principio del precipicio por uno y otro extremo”.

        “El murallón forma una curva y tiene una longitud de 250 metros. Está fabricado con piedras sueltas colocadas de plano, las cuales han debido ser traídas, en su mayor parte, de las laderas del monte, en donde abundan los derrumbamientos, pues según dejo expresado, el suelo sobre que se halla construido no ha podido proporcionar tantos materiales. Termina al Mediodía antes de llegar al escarpe lo cual indica la existencia de una abertura o puerta que daba acceso al recinto; y su ancho, en la base, es de unos 5 metros, algo mayor que la que tendría en su primitivo estado, a causa de las piedras que se han ido desprendiendo desde la parte superior, cuya altura varía de 2 a 3 metros. Calculo que la cantidad de piedra acumulada no baja de mil ochocientos metros cúbicos”.

        “Descúbranse dentro del recinto un pequeño muro, y restos de cimientos, formados de piedras simplemente clavadas en tierra, que debieron pertenecer a toscas viviendas. El número de éstas se eleva a más de treinta, pues hay algunas en que los cimientos han desaparecido, y no es fácil deslindar la superficie del emplazamiento, que sólo se marca por una pequeña excavación. Todas son de forma oval, variando algún tanto en sus dimensiones: en las más grandes el eje mayor de la elipse mide seis metros, y el menor tres, mientras que en las pequeñas el eje mayor mide tan sólo dos metros. Ningún plan de orientación parece haber precedido a su construcción, ora se las considere por grupos, ora aisladamente, pues si bien hay uno de aquellos en que se encuentran alineadas en una dirección que casi coincide con la meridiana, débese más bien a los accidentes del suelo, que allí se presenta con pequeñas depresiones en el mismo sentido”.

        “Deshecho el murallón por partes en un espacio total de 6 a 10 metros, con el objeto de saber si encerraba algo de interesante, han aparecido en su base numerosos huesos, casi todos en muy mal estado, a causa de no haber sido enterrados a bastante profundidad. Entre los mejor conservados figuran algunos pedazos de tarso y de tibia, una vértebra, y molares de cabra, perro, caballo y corzo. Fuera del recinto se han encontrado diversos instrumentos de piedra, tales como hachas y puntas de lanza. Una es de sílex blanquecino con vetas rojizas; la otra, de diorita negruzca: estas hachas son muy abundantes en el país”.

        “Inútil parece consignar que acerca de semejantes construcciones no se conserva tradición alguna, dado que nada tienen en común … con las obras que en el Maestrazgo subsisten todavía del tiempo de la dominación sarracena, ni con las de la romana …”

        “No es difícil encontrarlo estudiando la marcha y el modo de ser de las primitivas sociedades durante los tiempos de la piedra pulimentada”.

        Lànderer hace a continuación una comparación entre los poblados neolíticos europeos y los ya estudiados en su época pertenecientes al mismo período en América del Norte, encontrando múltiples analogías en la forma de las viviendas, la posición inexpugnable y la cercanía de agua, llegando a la conclusión que los europeos eran mucho más antiguos, por la presencia de huesos de corzo, como ocurría en la “Mola Murada” de Xert, “rumiante -dice- desaparecido de tiempo inmemorial en el país, y las particularidades que ofrece la marcha general de las primitivas tribus, que, partiendo del extremo Oriente, se han diseminado sobre toda la tierra; de donde resulta que una misma fase de progreso humano debe ser tanto más reciente cuanto más lejos de los centros asiáticos de dispersión se haya manifestado”.

        Añade más adelante:

        “Es así que las edificaciones de la Muela se relacionan con edades neolíticas; luego su gran antigüedad resalta más todavía. Debe deducirse, además, que la forma de estas construcciones arranca de la edad de piedra pulimentada y se ha continuado sobre la tierra hasta una época que se da la mano con la historia. El hecho de encerrar restos de animales el muro de la Muela, y los del nuevo continente no, prueba que en las primitivas emigraciones de los pueblos se iban modificando algunas de sus costumbres, como sucede siempre que el tiempo y el espacio dejan sentir su poderosa influencia”.

        “Con estos datos fácil es formarse idea del género de vida de los antiguos habitantes del Maestrazgo … En la Muela de Chert un pueblo bastante numeroso fijó su residencia durante un largo transcurso, pues la obra defensiva excluye la posibilidad de tribus nómadas. No es dado determinar a qué objeto obedeció el enterramiento de animales debajo del murallón, a no ser el de sacrificios en holocausto antes de proceder a la fundación de las viviendas y a la obra de fortificación del recinto; costumbre que pudiera encontrar puntos de semejanza con otras más o menos cruentas que los salvajes contemporáneos conservan todavía. El rigor del clima en invierno, sobre todo a causa de los vientos helados del Norte, que en aquellas alturas soplan con extrema violencia, se halló un tanto mitigado por los bosques a la sazón existentes; pero, así y todo, el frío debió ser intenso, y parecía a primera vista extraño que el hombre hubiese elegido para su residencia un lugar tan desapacible, si, por una parte, la necesidad de buscar puntos fácilmente defendidos no estuviera tan manifiesta; y por otra, ejemplos análogos no nos enseñasen que otros pueblos de las mismas épocas vivían del propio modo en parajes fríos, al abrigo de simples resguardos naturales”.

        La divulgación del hallazgo arqueológico por una personalidad científica de reconocido prestigio intelectual y las conexiones internacionales de Lànderer, propiciaron que, junto a la temprana fecha del descubrimiento del poblado de la “Mola Murada”, éste alcanzase una amplia difusión. Así, además de ser citado, como hemos visto, por todos los historiadores valencianos a partir de 1880, apareció en obras de alcance europeo, como las del historiador francés Emil Catarilhac, quien en su obra Ages historiques de l´Espagne et du Portugal, cita el descubrimiento de mosén Ambrosio Sanz y de Lànderer.

        No obstante, a fines del pasado siglo XIX no todo el mundo entendió la importancia de este acontecimiento histórico, pues se estaba en pleno debate sobre las teorías evolucionistas del hombre y existía también una agria polémica sobre la capacidad de los pueblos primitivos para crear obras de arte, como demuestra el hallazgo de las cuevas de Altamira y la acusación de farsantes que los prehistoriadotes franceses dieron a Marcelino Santuola, quien las descubrió en 1876, y a Juan Vilanova y Piera, los cuales presentaron una comunicación conjunta sobre las pinturas rupestres en el Congreso Internacional Antropológico, celebrado en Lisboa en 1880. Así Lànderer se queja al final del artículo que reseñamos de que:

        “La primera vez que la noticia del descubrimiento hecho en la Muela de Chert corrió por el Maestrazgo despertó, como era natural, la admiración y la curiosidad de muchos, y lo que sería muy poco natural, si no se tratase de un país tan atrasado como el nuestro, la hilaridad de no pocos: hasta tengo entendido que al corresponsal de un diario que se publica en una capital no lejana sirvió la noticia de asunto para algún párrafo humorístico. Bien lejos estarían, por cierto, de sospechar los que se reían que hubiesen vivido en pleno salvajismo sus antepasados, admitiendo que, como parece lógico inferir, los actuales moradores han de ser en gran parte descendientes por línea directa de los antiguos. Cito estos detalles como muestra del estado en que se encuentra la instrucción en nuestra patria”.

        Nos preguntamos, para finalizar, dónde están los materiales neolíticos que encontró Lànderer y que dibujó en esta primera excavación. Aunque no tenemos una respuesta pensamos que existen tres posibilidades: la primera, que conservara las hachas de piedra y la punta de lanza en su poder, junto con los dibujos realizados, y se encuentren en la actualidad junto a su legado bibliográfico en el Observatorio del Ebro en Tortosa; la segunda, que las dejara en manos de alguna persona importante de Xert, como el conde de Pestagua o algún médico o persona instruida de la población y que las conserve algún particular; la tercera, que pasaran a formar parte de la colección Alloza de la cual Sarthou Carreres dice en su obra, anteriormente citada, que:

        “… hemos de referirnos especialmente a la colección nutrida de instrumentos de piedra formada por el distinguido ingeniero D. Leandro Alloza … La constituyen unos cuarenta ejemplares … Por las etiquetas que algunos llevan, llégase a conocer que fueron encontrados en los términos de Morella, Vallibona, Santa Magdalena, San Jorge, Chert y en los de otras poblaciones del Maestrazgo …”

        En cualquier caso, pensamos que el poblado de la “Mola Murada” merecería un estudio arqueológico serio, por parte de los servicios de prehistoria de la Generalitat Valenciana, que creemos no se ha llevado a cabo hasta el momento y que algunos de los materiales que se localizasen fueran depositados en el futuro museo histórico de Xert, que podría situarse en “L´Ajuntament Vell”.

        Proponemos también al Ilmo. Ayuntamiento de Xert, que cuando tenga que rotular una nueva calle se la dedique a José Joaquín de Lànderer quien, si bien ha permanecido hasta ahora desconocido para la mayoría de nosotros, se merece este homenaje de gratitud por haber divulgado la historia de nuestro pueblo entre los estudiosos de la prehistoria europea.

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