Del florecer al frutear

destilator.com

por Julián Segarra Esbrí

   Nací sin pedirlo en el seno de una familia destiladora de varias generaciones con una obligación preestablecida de por vida al registrarme con el mismo nombre que el de mi abuelo Julián por aprovechar las etiquetas que se adherían a las botellas a su salida de fábrica.

   A los cuatro años conocía el alfabeto y me llevaron a la escuela a estudiar y seguir estudiando por si la Administración del Estado me exigía una titulación para el desarrollo futuro de mi actividad. Aguanté horas de clase en muchas disciplinas, en ocasiones con grata satisfacción, en otras, por qué no reconocerlo, aburriéndome como una ostra, realicé exámenes como los demás, sufrí idénticos o semejantes padecimientos por conseguir un aprobado y aprendí que la vida sería dura porque todo acababa de empezar viendo, que de cualquier lección podía obtener ideas interesantes para una aplicación práctica posterior o por lo menos su moraleja.

   Durante el año en el que estuve realizando el servicio militar, intenté tomarme las primeras y únicas vacaciones de mi vida y el resultado fue seguir estudiando y practicando manualidades de las que nunca realicé en la escuela, para finalizar, incorporándome al difícil caminar de la vida aprendiendo normas legales. Mis Maestros me propusieron realizar la tesina para poder utilizar los conocimientos de los estudios en la actividad económica y como mi interés estaba dedicado a la electrónica, mi propuesta, no fue aconsejada, animándome a centrar el trabajo de investigación en relación con mi actividad de destilador.

   Pensando que el primer disolvente mundial es el agua y el segundo el alcohol en orden de importancia y además, El Maestrazgo es una muy buena zona para el cultivo del viñedo tanto por su suelo como por su climatología, con la ayuda de mi padre plantamos muchos pies bordes de vides para transplantarlos posteriormente en el lugar de las estacas de madera de olivo e injertarlos con el fin de obtener vino como materia primera. Elegimos el rupestre-llot o fulla-d'abercoquer para injertarlo de embolicaire, variedad autorizada en la Comunidad Valenciana (última actualización en BOE nº 187 del sábado 5 de agosto de 2000) y que nos permitiría practicar un laboreo en secano hasta el mes de mayo con el tractor agrícola. Hubo que esperar el resultado de los injertos, cuidarlos, cortarles las raíces, taparlos, perseverar a que se fortaleciesen o robustecerse para que en cuatro anualidades empezasen a dar el anhelado fruto.

   Cada año después de la dura poda, en la que podar hasta el final de la fila de cepas y regresar podando por la fila contigua, no precisabas del reloj porque ya era la hora de comer, había que recoger los sarmientos, labrar y cabar las vides y cuidarlas con cariño para volver a esperar el tiempo de la deseada vendimia. Tras la recolección de la uva y su transporte a la bodega, procedía el prensado y la separación del hollejo para la fermentación del mosto. Medir las temperaturas, los tiempos de fermentación, en definitiva, todos los parámetros que de forma natural generación tras generación se habían venido realizando en mi familia sin valoración para, después de tres meses de reposo y clarificación, en tiempo de luna vieja de febrero proceder al decantado y trasiego, separando el vino de las heces de fermentación.

   Esta actividad agrícola era complementada con otras como el cuidado de los olivos y los almendros y la recolección de sus frutos, sin abandonar la albañilería y la representación comercial, intentando vender unos licores embotellados en un tiempo en el que Administración del Estado había prohibido la venta a granel y el resto de los fabricantes de licores la continuaban realizando con el beneplácito de los Sres. Inspectores del Estado y la aceptación social.

   Con la ayuda de mi padre seguí cuidando los viñedos, olivos y almendros, reparando las averías de los tractores y las furgonetas, buscando plantas salvajes por los montes, destilado, lavando botellas con mi madre, engrasando la máquina embotelladora e intentando vender los licores destilados de las plantas naturales a quienes verdaderamente sabían apreciarlos. Mientras edificábamos con nuestras propias manos un nuevo local para el trabajo futuro, la Administración del Estado, con la venida de la democracia, empezó a realizar transferencias autonómicas, prejubilando a funcionarios de mediana edad e incorporando en sus vacantes a personajes académicamente hablando, supuestamente muy capacitados pero sin experiencia profesional, de tal suerte, mi esfuerzo instructivo debió tener continuidad hacia los textos legales con los que apoyar mis razonamientos base de mis continuos recursos administrativos.

   En ocasiones, mi madre me preguntaba si no me desanimaba viendo la situación social y personal, pero a mi nadie me doblegaba el espíritu, única herencia de mi bisabuelo Quico y continuaba cabezota como nadie, siempre dispuesto a darle la oportunidad a que el señor maestro de la vida me preguntase las lecciones que sabía para ofrecerle la satisfacción de regalarme el aprobado.

   Necesité del paso de los años para darme cuenta que, tantos sacrificios y horas de trabajo físico y mental, no cumplían mis expectativas de ser cambiados por un diploma en la pared, sus respectivos aplausos y alguna palmadita en la espalda y decidí que a quien quisiese saber lo mismo que se yo, invitarle a ir a la escuela como fuí yo, que aprendiese lo mismo que aprendí yo para demostrar al mundo su sapiencia poniéndola en práctica de la mano de la azada como hacía yo.

   Mientras tanto, las grandes empresas del sector licorero eran vendidas a las multinacionales, los procesos de elaboración del licor iban deteriorándose empleando alcoholes de residuos y aromas sintéticos de laboratorio con el pretexto de obtener licores competitivos, naciendo los baratos licorcitos de frutas y luego, los mismos analfabetos consumidores popularizaron los orujos. En cada anualidad el desfase en los precios se incrementaba hasta superar una relación 1:10 y por otro lado, la Administración del Estado aumentaba los tipos impositivos del alcohol de uso alimenticio sin perseguir a quienes elaboran y/o venden graneles clandestinamente con el beneplácito incluso de las Autoridades Locales, por lo que las dificultades para permanecer en el mercado se hicieron mayores. Pero lejos de tirar la toalla y desilusionarme, lejos de atender recomendaciones de personas que no estaban dispuestos a pagar el fruto de mi trabajo, continué con la mirada puesta en el horizonte legal sin esperar nada a cambio, salvo la satisfacción personal de hacer mi trabajo bien hecho, convirtiéndome sin darme cuenta en lo que se ha venido a denominar un fabricante de aguardientes extremadamente cuidadoso.

   Mi padre siempre quiso que el Brandy del Maestrazgo fuese para las personas del Maestrazgo pero un buen día descubrí que hay más personas detrás de las montañas de mi pueblo que frente a ellas y fue así de sencillo como empecé a abrir horizontes comerciales, eran oportunidades únicas que durante muchos años se habían presentado y no había aprovechado por excesiva humildad, por lo que conociendo el ordenamiento legal y siendo operador registrado en la comunidad económica europea podía ampliar el negocio sin forzar las ventas al Cliente. Por otro lado, los turistas venidos de los más variopintos lugares del mundo, adquirían en ocasiones alguna botella de licor destilado por Julián Segarra de Chert y a su regreso, agasajaban a sus amigos con un licor totalmente diferente al que elaboran las grandes multinacionales y se pueden comprar en la grandes superficies.

   El negocio empezaba a rebrotar con paso firme, hasta que un buen día se entera la prensa escrita de mi existencia. El revuelo desatado es de tal magnitud, que empiezan a conocerme e interesarse por los licores destilados de Julián Segarra muchas personas, consiguiendo un incremento temporal de ventas de mis elaborados que no es acorde con mis criterios comerciales al descubrir que el periodismo va detrás de la noticia fácil, la explotación instantánea del recurso y el olvido inmediato, para buscar publicitar otra cosa nueva al día siguiente. Con la excusa del derecho a la información, parece que todo vale aunque esté mal explicado por quien no sabe. Es un método respetable de trabajar pero que no encaja con la paciencia que se precisa para elaborar, conservar y envejecer de forma natural en un barril de madera de roble el auténtico licor. El sensacionalismo lleva a la confusión y a la errónea valoración de las cosas, comprobando que a las personas de la sociedad actual, los respectivos Gobiernos de Occidente les han dado antes el dinero que el saber. Disponemos de toda la tecnología pero hemos perdido la humanidad, podemos comunicarnos inmediatamente al instante con la otra parte del planeta Tierra, pero somos incapaces de saludar al vecino con un simple y sencillo ¡hola! al pasar a su lado demostrando nuestra cultura, aunque reconozco que cuando terceros intentan hundirte o humillarte, pueden servir los artículos periodísticos para acallar sus necias palabras o incrementar la respuesta social hacia tus elaborados.

   Una vez más me doy cuenta que el exigente plan de marketing social que se me avecina no es el adecuado para mi, ni está en armonía con mis principios comerciales, no todo vale en la vida, ni lo más importante es ganar dinero para pagar impuestos. No quiero destilar licor para quien tenga dinero para comprarlo, sino para quien sepa apreciar sus cualidades de autenticidad, aunque reconozco que el dinero es necesario, nunca es lo más importante. Cuanto más se vende, la fiscalidad aumenta pero, las escalas de gravámenes no están acordes con el esfuerzo que cuesta el recaudar los impuestos y aquí entraba en escena el factor psicológico entendiendo los grandes errores que cometen algunos inexpertos aventureros cuando juegan a ser comerciantes. Mientras me desplazaba por las carreteras de la provincia de pueblo en pueblo con la camioneta, tenía tiempo de disfrutar del paisaje y pensar que como dice la canción, tan importante es llegar el primero a la tumba como el saber llegar. Sin ánimos ni apoyos de nadie ni de ninguna clase, sin poder compartir las escasas satisfacciones y muchas penas, trabajando también sábados y festivos, nunca tomando vacaciones, pero sudando en los tórridos días del verano y helándome hasta los huesos en los fríos, lluviosos y nevados días de invierno, se fue forjando el carácter y la forma de ser iba cambiando de manera progresiva. Empecé a pasar de largo por pueblos enteros sin detenerme a saludar a conocidos que nunca fueron Clientes y pensaban merecían mis elogios; algunos imaginaron que había cerrado el negocio cuando, sorprendentemente podían ver mi actividad en las noticias de la televisión. Con el cambio de hábito, empecé a disponer de tiempo para dedicarlo a otros menesteres, especialmente los papeleos administrativos que conlleva el negocio de los licores y que, el común de los mortales no puede ni imaginarlo en sueños y menos comprenderlo. Era imposible entender como alguien en su sano juicio pudiese mantener un negocio desarrollando todas las actividades relacionadas con el mismo, desde la producción de las primeras materias hasta la entrega del acabado final, pasando por todas las etapas intermedias. Entendí que aunque no había nada especial para mi, sin sonrisas ni ánimos de nadie, desde el cielo había recibido al nacer la salpicadura moral de continuar contra viento y marea lo que solo un destilator puede conseguir cuando es el dueño de su voluntad y piensa estar capacitado para manejar su timón de su vida.

   Al tiempo me di cuenta que ciertas gestiones eran repetitivas, se me ocurrió poner en práctica algunas de las lecciones de mis Maestros de la escuela y como autodidacto, aprender a programar en hipertexto a mano y elevar a la red del Internet una información única que nadie más puede facilitar salvo que sea verdadero destilador, ofreciendo una web que siendo atemporal, continua siempre en total actualidad. Y de allí nace otra y otra y otra, hasta un total de más de veinte dominios con su correspondiente documentación sin contar los bloges. Ahora es posible encontrarme muy fácilmente sin salir de casa, saber de mis andanzas y también, enterarse que algunos de los licores que elaboro en mi destilería son reconocidos y a la vez, referente en todo el mundo, hasta el punto que cuando alguien quiere vender algo que considera muy bueno, lo publicita como comparable al que en España elabora Julián Segarra.

   Pero aunque parezca extraño, desde siempre, en el mundo del comercio florecen muchos comerciantes, aunque lo que se dice madurar, maduran pocos, por ello, nunca alcanzando el éxito final, el trabajo continuado de cada día solo tiene por estímulo regalarte las pequeñas satisfacciones que se obtienen como recompensa cuando compruebas que realmente tu callada labor está bien hecha. Hoy en el mundo aún existen muchas destilerías, la mayoría con el nombre en la pared de su fachada porque en su interior no se destila nada, los licores se elaboran en frío como resultado de mezclas de aromas y sabores de laboratorio pensando en un perfil de cliente que solo pretende emborracharse para gamberrear por la calle llenándola de basura y desperdicios, cuando en realidad, si lo que comemos y bebemos es salud, deberíamos disfrutar de los dones que nos da la naturaleza y en el caso de los licores, conservando sus propiedades para cuando no disponemos de sus plantas, semillas, frutos o bayas. Desgraciadamente comemos y bebemos mucha basura, pero con la ventaja de estar elegantemente muy bien presentada. Ahora, ya todo el mundo sabe que no pienso morirme mientras viva y el por qué soy destilator.com hasta que muera.

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