La camioneta fantástica

por Julián Segarra Esbri.

   Cumplido el servicio militar obligatorio, continué estudiando y experimentando en circuitos electrónicos de diseño propio. En aquella época existía en los establecimientos dedicados a la venta de componentes electrónicos, muchos circuitos integrados de tecnología TTL que permitían una considerable reducción del tamaño de las placas de los circuitos impresos con los que montar las piezas encargadas de hacer funcionar las inmensas posibilidades de desarrollar ocurrencias.

   Estando a la espera de que un Cliente me atendiese en su establecimiento comercial, observé que en la televisión pasaban una película de un coche negro que en el frontal llevaba montado un panel de luces rojas que se encendían de un lado hacia el otro haciendo ver al televidente que aquella cosa rara era un "scaner" capaz de detectar todo lo imaginable que ocurriese en su entorno y además, el vehículo poseía la imaginaria facultad de hablar, informando a su conductor que evidentemente, era el protagonista de la película e interactuaba verbalmente con el invento.

   El día 11 de julio de 1978, entorno a las dos y media de la tarde en la carretera N-340, en las inmediaciones del camping Los Alfaques del municipio de Alcanar en la provincia de Tarragona en España, se produjo una gran explosión de propileno licuado C3H6 transportado en un camión cisterna sin ningún sistema de alivio de presión de la carga, lo que exigió una serie de medidas correctoras con normativas específicas relacionadas con el transporte de mercancías peligrosas y entre ellas, la obligatoriedad de circular equipados con unas luces fijas o intermitentes de color naranja. Por otro lado, la ley y su reglamento de conducción, circulación de vehículos a motor y seguridad vial solo permite las luces rojas en la parte posterior o trasera de los vehículos, por lo que atendiendo al ordenamiento legal, circular por la carretera con unas luces rojas delanteras es sancionable por la autoridad competente.

   Por las continuas averías en la maquinaria, especialmente la agrícola, conocía a todas las tiendas de suministro de repuestos para automoción desde Castellón de La Plana hasta Tortosa (Tarragona), por lo que en una de mis acostumbradas compras, pregunté sobre el tamaño de unas luces ámbar y midiendo la distancia entre las ballestas delanteras de la camioneta, se podía instalar un panel soporte para nueve lámparas debajo del parachoques dejando las ruedas libres.

   Si recordamos las enseñanzas de nuestros Maestros de la escuela, observamos que los números tienen nombre propio hasta el quince, porque a partir del dieciseis, tienen nombre y apellidos, por ello, en el sistema de cálculo hexadecimal (bases 16) los número van del cero al quince, siendo el dieciseis un nivel superior. Tomando esta idea y colocando un panel de nueve lámparas, al hacerlas encender y apagar intermitentemente de forma secuencial, de tal suerte que al llegar a la lámpara número nueve, se retrocede la secuencia hasta el principio y repetimos el ciclo, el resultado es un encendido y apagado parecido al del coche de la película de un lado al otro del panel. Pero es evidente que el coche de la película no llevaba luces intermitentes, sino otra especie de floritura que, si añadimos un componente electrónico adecuado al circuito final, podemos mantener el encendido de cada lámpara un instante posterior a la orden de apagado y a la orden de encendido de la siguiente, con lo que nuestro ojo, observa un desplazamiento progresivo del encendido de varias luces, simulando un avance de la luz de las lámparas gracias al retardo en su apagado, teniendo en cuenta evitar el efecto muelle óptico en las dos lámparas exteriores.

   A partir de esta ocurrencia, todo es tan sencillo como llevarla la práctica, adquirir un panel de perfil de aluminio de los utilizados en carpintería metálica, cortarlo convenientemente, montarle las luces e instalarle el circuito atornillándolo a la camioneta. Más contento que un gato con dos ratones, salgo de ruta comercial y al llegar al camino íbero junto a la Rambla Cervera me desplazo hacia Benicarló sin necesidad de pasar por San Mateo y en el pueblo de Cervera del Maestre, ocurre lo inesperado, una pareja de la Guardia Civil de Tráfico me da el alto. ¡Menudo estreno!, pillado al primer día y al primer pueblo a la salida de casa. Después de enrollarme muy acertadamente con toda mi verborrea y desconcertando al Sr. Guardia Civil con una serie de normativas legales sobre el transporte de las mercancías peligrosas que, el buen hombre por su edad, ya que muy bien podía ser mi padre y después de explicarle la razón del invento o de aquella cosa rara de tantas luces amarillas y mostrarle el curioso funcionamiento, me ordena que me marche y que lo deje tranquilo alegando su desconocimiento del tema, lo que me permite aclararle que, sabiendo como autoridad que era, ahora, en aquel instante, no se acordaba y me permitía despedirme cortésmente deseándole un buen servicio.

   Esta instalación tenía el defecto que para su puesta en servicio, debía darle manualmente al interruptor, por lo que no era práctico tener que entrar en la cabina de la camioneta para accionar el circuito y mostrar el funcionamiento. ¡Había que pensar en un mando a distancia!.

   Anteriormente, había experimentado y desarrollado el diseño de un circuito electrónico llamado filtro pasa banda que permitía el paso de frecuencias correspondientes a "LA" mayor con un ancho de banda de 100 hertzios sin pérdida de inserción y que utilizaba en la escucha de señales telegráficas en telecomunicación y casualmente, cuando un niño saluda diciendo ¡hola! si observamos detenidamente con mucha atención, comprobaremos que lo que realmente dice es ¡holaaa!, alargando la vocal final, de tal suerte que, por la edad, esta "aaa" final del saludo, coincide su frecuencia de voz con la del filtro. Es evidente que un circuito de estas característica no puede distinguir el sonido de un maullido, el chirrido de una puerta o el saludo de un niño, pero ¿qué importa? si no atiende a la voz de una persona mayor ni al ruido ambiental. Añadiendo este inventillo, ya tengo el mando a distancia capaz de accionar el circuito. Pero cuando circula por carretera, el invento tiene que permanecer cerrado, por lo que debí colocar además, un inversor para que al accionar el interruptor de puesta en marcha del vehículo, el circuito se cerrase impidiendo su activación y al parar el motor y desconectar el circuito eléctrico de la batería de la camioneta, quedase activo a la espera de poder recibir instrucciones.

    Mi primo José Calvo Segarra me había regalado tiempo atrás un pito (claxon) de su camioneta que según me dijo no funcionaba, pero que una vez reparado, allí en el taller lo tenía guardado en posible sustitución del de mi camioneta y para darle más atractivo al invento, se me ocurrió añadirlo y que al encendido de las luces, le acompañaran unos armoniosos pitidos que no se si deleitaban o molestaban los oídos.

   Con todo ello mi sobrino Juan Francisco Guerra Segarra me regaló su ordenador PC que funciona con el microprocesador 8086, un integrado de 16 bits que fue diseñado por Intel y que apareció en el mercado a mediados de 1978, lleva acompañado una memoria de acceso aleatorio de 256 bytes y se me ocurrió que si la información almacenada fueran los tonos de las cuerdas vocales y se leyeran rápidamente con salida a un amplificador de baja frecuencia acoplado al vehículo, parecería o daría la sensación audible como si la camioneta hablase. La camioneta ya llevaba instalado el amplificador que lo usaba para que hablando en su interior, se oyese mi voz en la calle sin necesidad de abrir la ventanilla, especialmente por el lado del acompañante que siempre circulaba libre, salvo cuando pillaba algún autoestopista.

Julián Segarra Esbrí con su camioneta fantástica.

   Al haberse construido en etapas de evolución progresiva, cuando terminaba de tocar el pito, las luces aún daban una pasada y aprovechando la incidencia, pensé en poder utilizar el desajuste para comparar con la base de tiempos de la unidad de memoria y de coincidir, con una báscula electrónica cerrar el circuito de entrada y accionar la lectura de la RAM sacando y presentando la información al altavoz. Pero este añadido exigía un cambio en el circuito original que ahora debía tener dos funciones, por un lado encender las luces de un lado al otro del panel y a su vez, del centro a los laterales para que mientras se oye la voz por el altavoz, el encendido lumínico se accionase desde el centro a los lados y diese la sensación óptica de hablar como en los dibujos animados, lo que era fácilmente solucionable con un circuito integrado operacional montado en respuesta de diente de sierra.

   Ahora había que pensar en una frase, pero debido a que la lectura de la información guardada, tenía que ser rápida para que los sonidos enlazados dieran la sensación de voz y no de ruidos progresivos, por el tamaño de la memoria no podía exceder de los 14 ó 15 segundos y pensé que, para demostración a las mentes privilegiadas que presenciaran el funcionamiento del invento, además, se necesitaba que hablase de forma genérica, en español y en valenciano, por lo que preparé la siguiente parrafada: "¡Mis sensibles circuitos, comprueban la presencia de personas muy guapas!. Ya se que vos agradaría puijà i donà una volteta en mi, pero si no sou amics de Julián, haureu d'anà a peu". Y de tal suerte, la frase quedaba personalizada con el añadido de mi nombre.

   Cuando el vehículo estaba estacionado, al acercarse un niño y saludarle, el invento se ponía en funcionamiento, encendía las luces, hacía sonar el pito y en algunas ocasiones hablaba, pero cuando se trataba de una persona mayor que por muestra propia naturaleza nos cambia el tono de voz, ya le podías hacer todas las florituras que quisieras o te imaginaras que aquello no funcionaba. Mientras los chavales estaban en el colegio, nunca hubieron problemas, pero a su salida, el vecindario se molestaba de tanto pitido por las insistencias de las jóvenes promesas del mañana y a mi regreso, después de visitar los establecimientos del pueblo y tomar el vehículo para desplazarme a otra población, algunos vecinos abueletes me llamaban la atención por haber dejado estacionada la camioneta frente a su casa.

   En la Oficina de Turismo de Castellón de La Plana me regalaron pegatinas, también me fabricaron aquellas azules con letras amarillas personalizadas de Ei!, que jo tinc amistat, amb Lo Lleó del Maestrat, con el león pintado en forma de silueta en el dibujo. Visitando Clientes, en una papelería vi unas libretas que en la portada había pintada unas viñetas de tebeo y compre un par de paquetes, además de lápices, gomas y sacapuntas, plastelinas, en fin, que la camioneta tenía mucha clientela. Recuerdo que a Xavier, por ser ciego, no le regalé la goma de borrar y me llamó a atención porque me había despistado y a él, le faltaba.

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