Miguel Beltrán Blasco

Superviviente en la guerra de Filipinas

por Julián Segarra Ortí

     Todos los domingos por la tarde durante los meses de abril y mayo de 1.942 quiso el tío Miguel de Másquero que fuese a su casa sita en la calle Horno después de la casa de Concha Tadeo de Camarilles a tomar nota de las vicisitudes que le acontecieron durante su estancia en el servicio militar en las Islas Filipinas, escribiendo todas sus explicaciones en una libreta de tapas azules de las que en la portada dice Cuaderno. Posteriormente se la presté al Sr. Adell, maestro en Vinaroz que vivía en la plaza San Antonio de cara al Sol porque estaba interesado en escribir un libro sobre los últimos soldados españoles en Filipinas pero desgraciadamente como tantas otras cosas prestadas también me ha desaparecido. Ahora, después de 64 años quiero hacer memoria de lo que entonces escribí aunque es evidente que no puedo recordar todas sus explicaciones porque además, el supuesto libro nunca fue escrito y por tanto tampoco editado.

     Miguel Beltrán Blasco el tío Másquero, era el abuelo de mi amigo Aurelio y de su hermano Vicente, de Adelina y de su hermano Joaquín, por su año de nacimiento perteneció a la quinta de 1.898 y por el sorteo de los mozos, le tocó hacer el servicio militar reclutado en infantería de marina debiendo ir destinado a las Islas Filipinas. Embarcó en Cartagena, Murcia, España, en dirección al Canal de Suez y bordeando Arabia y parte de la India hicieron escala en Singapur, en la península de Malaca, al lado de la isla de Sumatra. En esta población le llamó poderosamente la atención el detalle que a las personas se las transportaba con un carrito de dos ruedas tirado por otras personas en lugar de caballerías y si no se llevaba con suficiente ligereza según el entender del cliente, el transportista era azotado insistentemente con un latiguillo más pequeño que los que en Chert se utilizaban para los machos y los burros. De allí, pasaron directamente al puerto de la bahía de Manila en la isla de Luzón.

     Esta población está ubicada en una gran ensenada y entrando a la bahía por estribor aparece una fortificación que le llaman Cavite aunque desembarcaron por Manila y desde el puerto de la ciudad todos los soldados se dirigieron al cuartel. Por entonces había un cabecilla tagalo llamado Emilio Aguinaldo que llevaba al ejercito español de cabeza con sus guerrillas pero al poco tiempo, estas sublevaciones se dominaron con la ayuda de nativos militarizados, por eso, algunos soldados delicados de salud como en el caso del Sr. José Riera Victory de Villacarlos, ahora Es Castell, en la isla de Menorca, Baleares, España que vivía en la calle Mahón nº 10 de esta población isleña, al estar malito del estómago lo repatriaron a España

     Contaba el tío Miguel que hicieron algunas incursiones a la isla de Mindanao y la primera vez, muchos nativos fueron a la playa a recibirlos pero para evitar un temido asalto, se les ordenó hacer fuego comprobando que muchos morían incluso al ir a recoger los cadáveres de algún familiar por eso los españoles, al final pagaron muy caro algunas de sus acciones.

     Los españoles tenían un fuerte en el interior de esta isla pero para llegar hasta él se debía de atravesar un bosque llamado "manigua" lleno de árboles y matorrales a consecuencia de las abundantes lluvias que esparcen en las Islas Filipinas. Desgraciadamente solo había un camino para llegar al fuerte y los soldados españoles siempre iban en columna de a cuatro pero con los soldados de a fuera con los fusiles a punto de disparar hacia la manigua. Lejos de ellos, solían atravesarlo algún nativo que solo llevaban un taparrabos igual los hombres como las mujeres. Desde dentro de la manigua solían enviar los nativos unos dardos envenenados que cuando a un soldado le tocaban, si impactaba en un miembro se le debía cortar amputando o se moría.

     En la segunda sublevación tagala y estando el tío Miguel en Cavite, les aparecieron unos acorazados americanos en la bahía de Manila y a cañonazos fueron hundiendo todos los barcos de madera españoles, él me los describía y creo recordar, el Isla de Luzón, el Isla de Cuba, el Castilla, el Velasco, el Marqués del Duero, el Antonio Ulloa, el Juan de Austria, el Reina Cristina que estaban fondeados en la bahía de Manila. A consecuencia de este imprevisto ataque, los soldados españoles salieron de Cavite como pudieron y se reagruparon en una iglesia al estar ocupada Manila por los soldados norteamericanos. Deambulando por la isla con el batallón que formaron, un día al intentar pasar el puente de un río se encontraron con otro batallón que en principio pensaron eran de los que los españoles habían organizado con nativos pero al percatarse de que eran de los rebeldes tagalos, se les ordenó abrir fuego contra ellos y el resultado fue una auténtica carnicería. El tío Miguel iba de los últimos del pelotón y observaba que encima del puente había un soldado compañero conocido (me dijo el nombre pero no lo recuerdo) quedándose solo y de pie disparaba defendiéndose hasta caer muerto. De aquella refriega o combate solo quedaron tres supervivientes, un catalán, un andaluz y el valenciano Miguel, que supieron aprovechar los cuerpos muertos de sus propios compañeros como de parapeto. El andaluz era muy mal tirador y Miguel estuvo a punto de matarlo porque malgastaba la escasa munición que tenían. Por la noche los tagalos avanzaban hacia ellos. Al segundo día, una bala hirió en el brazo al andaluz que al intentar incorporarse un poco, otra bala le mató, al tercer día murió el catalán; solo y desamparado siguió disparando mientras tuvo municiones hasta agotar las balas, entonces los nativos se abalanzaron sobre él pero, un tagalo que parecía de más categoría ordenó: "sa barril sa larau" que significa levantar los fusiles al aire, haciéndole incorporar y mandándole que le acompañase. El tío Miguel solo le suplicaba en tagalo porque algo había aprendido, que lo matara bien muerto ya que en la primera revuelta, a los soldados que cogían vivos los colgaban de tierra con la cabeza descubierta y bailaban encima de ella hasta que el catila (de Castilla) moría. Como pasaban por donde estaban los muertos, observaba que habían muchos con un tiro en la frente y él pensaba: ¡a todos estos tagalos los he matado yo!, imaginando la que le esperaba; hay que decir que en Chert era aficionado a la caza de conejos y perdices y muy buen tirador, no errando ningún tiro y al ver asomarse una cabeza por encina de algún cuerpo de los que yacían muertos, le disparaba entre las cejas sin más contemplaciones.

     El Jefe Tagalo lo condujo detenido a la misma iglesia que anteriormente se habían reorganizado los españoles después de la huida de Cavite y que servía para encerrar a los prisioneros que cogían hasta su traslado a las bóvedas de Cavite. Allí les hacían guardia tanto los soldados americanos como los tagalos que llamaban a los españoles "catilas", los norteamericanos les decían en tono lastimoso, espaaña, espaaña. Estando en Cavite, un día les dijeron a los soldados españoles que quien quisiera galletas podía ir a nado hasta una "vinta" que es una barca con velas de colores muy usada en aquellas islas y que estaba fondeada en la bahía de Manila con Aguinaldo y los americanos. El tío Miguel nadó hasta allí y pidió las prometidas galletas y también para otro soldado compañero que por estar enfermo no podía nadar por lo que le dieron para los dos.

     A consecuencia del Tratado que firmaron los americanos con los españoles se empezó la conquista de la isla por los americanos desde Manila. Los tagalos cogieron a los pocos prisioneros de Cavite y los retiraron hacia el interior de la isla. Cuando llegaban a un poblado, los llevaban a la plaza y un nativo con un tambor daba el aviso de quien quisiera algún catila que se acercase a la plaza. Al llevarte a una choza, lo asemejaba a como cuando se adquiere en España una caballería, una oveja o una cabra, acudían los vecinos y daban su opinión, si son altos, si tiene color de piel blanquecino, que si el tamaño de las orejas, la nariz, las manos, etc. Lo que más le repugnaba de aquellas gentes es que se comían la fruta con toda clase de gusanos y escarabajos dentro haciéndolos crujir entre sus dientes, además solían decir que los hígados de los catilas eran muy buenos llegando a ver españoles descuartizados colgados en canal como conejos secándose en las ramas de los árboles.

     A medida que avanzaban los americanos, el nativo del tambor comunicaba que quien tuviese algún catila lo devolviese a la plaza para llevarlo a otro poblado y repetir la misma historia. En una ocasión llegaron a una aldea y observó que entre todos los tagalos que acudieron a la plaza había uno que iba calzado con una especie de zapatillas o chanclas y no con los pies descalzos como el resto, detalle por el que procuró arrimarse para ver si lo elegía a él y así fue. Este señor tenía una especie de quiosco en la plaza y le mandó hacer de vendedor en el puesto, no faltándole nunca la comida. El dueño era de cierta edad pero en cambio su mujer era mucho más joven con un hijo de pecho que solía acudir a provocarle y hasta le pidió huir con él a Manila que estaban los americanos pero por respeto al dueño nunca aceptó aunque muchas veces después se arrepintió porque de esta forma hubiese quedado libre.

     Después de pasar por muchas aldeas llegaron a una que como lo vieron tan blanquecino de piel le preguntaron si estaba enfermo y si quería un "sa nacloc" (un huevo) y el tío Miguel les dijo que como en España estaba acostumbrado a dormir a la intemperie, el dormir dentro de una choza no le sentaba bien, permitiéndole dormir al aire libre a cielo raso fuera de la cabaña, lo que aprovechó para escaparse. De día se escondía entre la "manigua" comiendo las frutas que encontraba y de noche caminaba hasta que llegó al mar, supuestamente al este de la isla de Luzón. Creo recordar que bordeando la costa por si veía algún barco, tomó dirección norte pero no me acuerdo muy bien. Tras varios días de caminata entre la "manigua" de la cercanía de la costa, llegó a un pueblo que al ver a otros soldados les preguntó si estaban allí los americanos y al decirle que no, quedó muy decepcionado pero armándose de valor preguntó si había algún soldado con la cara salpicada de viruela y al afirmárselo se fue en su búsqueda que, de lejos ya se reconocieron porque era Roquet otro soldado de Chert que estaba por la calle del pueblo y desde entonces con la emoción del momento acordaron que no se separarían jamás.

     Cuando Miguel le explicó a Roquet que se había escapado de otro pueblo a Roquet no le pareció bien lo de no separarse, no obstante, estuvieron cavilosos y acordaron presentarse a la casa donde Roquet estaba alojado. El dueño era una autoridad en el pueblo, usaba botas altas disponía de sable y mucha hacienda y le explicó que se había escapado porque le daban mala comida y más bien escasa y entonces aquel señor accedió a que se quedara con su familia. Tenía dos hijas, a la menor le llamaban Guadalupe y un hijo llamado Jorge. Roquet con una tartana o carruaje de lujo solía llevar a la esposa, a la hija mayor y a Jorge a visitar las fincas y en casa se quedaba la Guadalupe con él que se encargaba de limpiar las botas del señor, dar brillo al sable y otros menesteres.

     Al permanecer con Guadalupe en casa bastante tiempo, en alguna ocasión ésta le solía tirar afectuosamente fruta como kikos, mangos, plátanos, etc. que el tío Miguel le agradecía diciendo "ñia" que significa gracias pero siempre guardando las distancias por ser la hija del dueño. Como en el patio de la casa había un pozo, un día Guadalupe le pidió que le sacara un cubo de "sa tube pa bugo" que quiere decir agua para el cabello, mandando tirársela en el pelo, como llevaba poca ropa la abrazó y ella lo rechazó diciendo: "maitin", que significa hijo de mujer blanca, lo que le preocupó por lo que pudiera pasar si se lo decía a su padre. Pensativo por su indebida acción, decidió esperar al regreso del padre de Guadalupe y excusarse explicándole que al verla toda clareando de ropa el demonio le había tentado no pudiendo resistirse en abrazarla. Al día siguiente, comprobando que Guadalupe no había dicho nada a su familia y como de nuevo le pidió que le tirase agua al cabello, sacó el cubo de agua del pozo pero el agua no se la tiró, abrazándola con consentimiento. Desde entonces el asiento de Guadalupe siempre fueron las rodillas del tío Miguel pero como Guadalupe no era tonta, comprendía que al igual que Miguel era muy buen mozo (alto), en España la mujeres "babae" también serían "maitin" y "mabuti", blancas y mejores, refiriéndose a la altura pero Miguel le respondía "inde baquet", para mi tu eres la mejor aunque en su pensamiento siempre estaba el poder romper el barrote de aquella jaula y como tenía intención de marcharse para Chert abandonando aquellas tierras infernales para él, siempre la respetó.

     Los americanos iban avanzando y llegó el día en que se tenían que evacuar a los catilas para llevarlos al pueblo del que él se había escapado anteriormente y como les había comentado a los dueños de la hacienda que ante la potencia armada de los americanos no se podía hacer nada al presenciar el ataque sorpresa que realizaron con sus acorazados a su llegada a la bahía de Manila, el dueño se reunió con los dos soldados de Chert en su habitación; al entrar vio a Guadalupe con su padre y enseguida pensó que ella los defendería para que no los entregasen a los tagalos. Tuvieron un comentario o intercambio de pareceres aconsejándole sería un honor para él el hecho de haber salvado a dos españoles y como disponía de un diccionario lo utilizaron para entenderse. Cuando los nativos tagalos fueron a recogerlos, el señor les dijo que se habían marchado y como autoridad que era en el poblado, le creyeron. Aunque tenía muchos nativos de criados a su servicio, pidió a los dos catilas de Chert que cavasen a la entrada de la casa un hoyo y en él escondieron una vasija con monedas de oro y ellos a su vez, se escondieron en el piso superior. Este pueblo que posiblemente se refiera a Vigan porque yo nunca estuve allí, tiene el mar un poco apartado y cuando llegaron los americanos hubo mucho estruendo de cañonazos pero como desde donde estaba escondido Roquet se veía el campanario, esperaron a ver enarbolada la bandera americana en el campanar para moverse del escondite y al bajar al piso inferior se encontraron a toda la familia menos el padre con grandes esparamientos como si rezasen en la entrada de la casa pero ellos pasaron rápidos tomando la dirección del puerto. A mitad del camino, se encontraron con un jinete con el sable en alto que a galope se dirigía hacia la población y observando que no eran tagalos, bajó el sable colocándoselo debajo del otro brazo intentando entenderse que al no ser posible les indicó siguiesen hacia el puerto. Cuando llegaron al puerto desde un barco estaban unos soldados americanos descargando un cañón y Miguel y Roquet se pusieron a un lado hasta que en compañía de los soldados y el cañón regresaron al pueblo. Lo emplazaron en el interior de una casa o edificio importante con el tubo hacia la calle y ellos se situaron dentro a un lado hasta que se les acercó un soldado intérprete que en castellano les dijo: ¿ustedes son españoles? y a su respuesta afirmativa les tomo las señas identificativas para comunicarlo a sus superiores. Allí estuvieron todo el día, comieron con los soldados americanos pero por la noche Roquet no paraba de insistir queriendo ir a dormir a casa de los amos, idea que a Miguel no le agradaba aunque al final accedió reencontrándose con toda la familia unida en casa y al día siguiente, al regresar con los americanos, el intérprete les llamó la atención porque el ejercito americano ahora era el responsable de los dos y debían permanecer con ellos.

     Hasta el momento que debió zarpar el barco hacia Manila, solían ir todos los días a ver a esa familia y cuando se tenían que ir les explicó que debían acercarse a Manila para cobrar los haberes que aún no les habían pagado siendo soldados prisioneros pero que después se casaría con Guadalupe y ella le dijo: "buca su maga", "papanansa Manila", ... "paparito da toi com aco", mañana por la mañana irás a Manila y regresarás para casarte conmigo. El día de zarpar, con el coche de caballos, les acompañaron todos los miembros de la familia hasta el puerto, el tío Miguel lo asemejaba a como cuando en España llevan a los toreros a la plaza de toros, embarcaron y a medida que el barco se alejaba observaba como cada vez se hacían más pequeños hasta que desaparecieron en el horizonte.

     El tío Miguel me comentaba que no hubiera sido correcto casarse con Guadalupe porque si la hubiese traído a Chert todo el pueblo habría pasado por su casa para conocerla pero a su parecer después nadie le hubiera hecho amiga, llegando incluso a morirse de pena al ser desarraigada y sentir añoranza.

     Miguel se casó en Chert con Dolores Beltrán Beltrán y tuvieron tres hijas, la mayor era Vicenta Beltrán Beltrán, nombre de gran devoción en el pueblo, no en vano había una ermita dedicada a San Vicente, se casó con Juan Guardiola Beltrán un chico del Mas de La Espardeñera y no tuvieron descendencia, a la segunda le pusieron por nombre Guadalupe Beltrán Beltrán que a su vez se casó con Vicente Beltrán Guardiola de Anroig, siendo los padres de mi amigo Aurelio y de Vicente y la tercera era Rosa Beltrán Beltrán que se casó con Joaquín Beltrán Adell de Serrero de La Senieta, los padres de Adelina y de Joaquín. En la actualidad vive en Vinaròs una biznieta que conserva el nombre de Guadalupe, el que con tanto cariño y aprecio su bisabuelo llevó en su corazón a España desde las Islas Filipinas.

     Vicente Doménech Macip (Roquet) también se casó en Chert con Carmen Ferreres y tuvieron una hija a la que pusieron por nombre Vicenta Rosa Doménech Ferreres que la dejaron al cuidado de sus familiares porque se marchó con su mujer a Argentina y un niño de nombre Vicente que murió al poco tiempo de vivir en Tafi Viejo, provincia de Tucumán pero nunca volvieron a España, allí tuvieron dos hijas a las que llamaron Carmen Doménech y Guadalupe Doménech en agradecido recuerdo a la Guadalupe filipina que intercedió para que su padre lo salvarse junto con Miguel en la guerra. Su hija Vicenta Rosa de Chert se casó con Alejandro Carbó Bonfill de Mingo de La Torrera y a su vez tuvieron dos hijas, la mayor Rosa Carbó Doménech que se casó con Miguel Jovaní Meseguer, un chico de Canet lo Roig y la menor Alejandrina Carbó Doménech casada con José Beltrán Mallol, Pepe de Bono que viven en Chert.

     Hablando un día con el Sr. Tomás Borrás Canalda de Tortosa, me explicó que su abuelo Ismael Canalda Cartes que era Quinto de Cuba, también estuvo en las Islas Filipinas marchando de voluntario por tener mejor clima que en las Antillas y le decía: "Si en alguna ocasión un filipino dijera que los españoles habían sido unos sinvergüenzas, respetuosamente deberíamos bajar la mirada y no enfurecernos porque debido a la falta de provisiones desde la lejana España, cuando los soldados españoles llegaban a un poblado, requisaban todos los víveres que encontraban a los nativos para alimentarse, dejando a la población en alguna ocasión prácticamente sin sustento".

     Para finalizar solo quiero recordar que después de tantas muertes, la guerra se terminó cuando España vendió los derechos de la colonia filipina a los Estados Unidos.

õõ   Personal español libertado en Filipinas.

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