La restauración borbónica

por Pedro Voltes Bou


     Las cualidades personales del joven rey y el cansancio producido por las recientes aventuras de la política, motivaron un agrupamiento vigoroso de la opinión nacional en torno de su figura. La pacificación del país constituyó la primera preocupación del rey y su gobierno y se logró en 1876 dictando una amnistía general. a pesar de la cual se canceló el régimen tradicional de impuestos y quintas del País Vasco. Quedaba pendiente el problema de la reducción de la rebelión cubana y se envió a la isla un nutrido contingente de tropas que, después de una difícil lucha, impusieron la aceptación por los insurrectos de la paz del Zanjón en 1878. Martínez Campos quedó como capitán general de Cuba y comenzó a dar pasos para implantar una autonomía en ella.

     Desde 3 de diciembre de 1874 y salvo algunas breves interrupciones, fue presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo hasta 1881 en que comenzó a turnarse con Sagasta. En 1876 se promulgó una nueva constitución, la cual habría de ser la de más larga duración de la España contemporánea, acaso por la prudencia con que sus redactores, mezclaron el moderantismo de la de 1845 con el progresismo de la de 1869. En esta constitución se dispone que parte del Senado sea electivo, se toleran las religiones distintas de la católica, se concede una amplia libertad de asociación y a favor de esta apertura y empieza un intenso movimiento de asociacionismo obrero. La oposición parlamentaria estaba formada por el partido de Sagasta, el cual se llamó fusionista aludiendo a haber nacido de la coalición de diversas agrupaciones. Mientras que esta oposición estaba integrada en el sistema y se complacía en turnarse con el Partido Conservador en el ejercicio del poderm del que nació otro antagonista más rotundo contra la política canovista y que fue el obrerismo encuadrado, sea en el socialismo, sea en el anarquismo. En 1869 había sido fundada la sección española de la Internacional y en ella, se reflejaría la escisión registrada en 1872 entre Marx y Bakunín, en cuanto que el obrerismo castellano tendió a seguir la concepción marxista, mientras que el catalán y aragonés, osciló hacia el anarquismo, alguna de cuyas ramas obtendría atención general al cabo de pocos años mediante su repetido recurso al terrorismo (bomba del Liceo en 1893). Fue también notable el resurgimiento del republicanismo de cuyo grupo salieron elegidos 50 diputados en las Cortes de 1893.

     En 1879 Alfonso XII contrajo segundas nupcias con una prima segunda del emperador Francisco José de Austria, María Cristina. En 1885 murió el rey dejando dos hijas y a su esposa embarazada. Seis meses más tarde, nació en 1886 Alfonso XIII, que fue proclamado rey, quedando la regencia encomendada a su madre. Cánovas dimitió de la presidencia que estaba ejerciendo y fue sucedido por Sagasta. Seguiría un lustro de gobierno liberal en el curso del cual se promulgó el Código Civil de 1889 como esfuerzo para unificar la diversa legislación de muchos de los territorios españoles, en algunos de los cuales se registró un vivo movimiento de protesta contra tal acto uníformista. Los liberales implantaron diversas medidas de signo avanzado como la restauración del sufragio universal, el juicio por jurados, la ampliación del derecho de asociación y mayor libertad para la prensa. En 1890 se celebraron elecciones y se percibió que la gran masa no había ejercido su derecho a voto y que seguía funcionando el mecanismo caciquil de manipulación de los comicios, dentro de cuya rutina salieron vencedores esta vez los conservadores. El partido canovista implantó un arancel proteccionista, lo cual fue muy aplaudido en las regiones industrializadas y las cerealistas denunciaron varios tratados de comercio anteriores que contenían la cláusula de nación más favorecida para lucro de países que exportaban productos industriales a España. Se efectúan en dicha época numerosas inversiones industriales extranjeras singularmente en los sectores químico, manufacturero y de servicios públicos. Se multiplican 1as muestras de inquietud obrera y campesina y en 1897 Cánovas del Castillo es asesinado por un anarquista. En los años anteriores se recrudeció la tensión en la frontera de Marruecos. En 1894 los rifeños efectuaron una incursión mortífera en la zona colonial. La opinión pública se encolerizó y fue enviado un nutrido cuerpo de ejército contra Melilla con 25000 hombres, pero no fue preciso que entrase en campaña porque el sultán se prestó a dar reparaciones mediante el tratado de Fez. En los años anteriores. una expedición española había conseguido implantar la soberanía propia en una vasta zona del Sahara situada al sur de Marruecos y que posteriormente recibiría el nombre de Río de Oro. En el último decenio del siglo XIX la situación política de Cuba empeoró rápidamente porque la paz del Zanjón resultó insuficiente para aplacar las demandas autonomistas de los cubanos. Enfrentado con las que recibía en el mismo sentido desde Cataluña y las Filipinas, el gobierno de Madrid opta por una actitud cerrada y rígida y cuando en 1897 se retracta parcialmente de ella concediendo unas tímidas reformas administrativas y políticas a Cuba, se ha producido ya la revuelta definitiva con notorio apoyo norteamericano. Sagasta y Cánovas se igualaron en decisión y energía durante sus respectivos gobiernos para reprimir la sublevación cubana, para lo cual enviaron a la isla copiosos contingentes de soldados. Fue nombrado capitán general el general Weyler, famoso por su enérgica severidad y cuyas medidas suscitaron protestas norteamericanas como las dirigidas contra los campos de concentración que montó. En 1897 Sagasta comenzó una etapa conciliadora con los Estados Unidos, relevó a Weyler y se dispuso a estudiar la autonomía cubana a pesar de la resistencia que ofrecían a ella sectores económicos españoles que tenían estructurado su lucro a base de la situación colonial de Cuba. A la inversa, la intromisión de los Estados Unidos en los asuntos de ésta, comenzada años atrás con cuantiosas inversiones capitalistas, había llegado tan lejos que se convertía en un tópico patriótico y pasional para su opinión. El público español coartó con su acaloramiento, acaso fomentado por los grupos inmcvilistas españoles, la posibilidad de maniobra del gobierno. En 15 de febrero de 1898, una explosión causó el hundimiento del acorazado Maine en La Habana con cientos de bajas norteamericanas y en los Estados Unidos se desencadenó una violenta campaña de prensa que culpó a España del suceso y reclamó la guerra inmediata. España se halló desasistida por todos los gobiernos en cuya amistad confiaba y en abril, el presidente de los Estados Unidos William McKinley, exigió la retirada de las tropas españolas de Cuba y la pacificación de esta. El día 25, España declaró la guerra a los Estados Unidos, el día 2 de mayo fue destruida una escuadra española en la base filipina de Cavite y el 3 de julio, otra división de la flota fue aniquilada en Santiago de Cuba. En el 10 de diciembre se firmó el tratado de París, por el cual Cuba, Filipinas y Puerto Rico, así como las islas de Oceanía de posesión española, eran cedidas a los Estados Unidos, salvo las Carolinas, que fueron vendidas a Alemania en 1899.

     En el crepúsculo del siglo XIX podía parecer que la época había sido calamitosa para España y ciertamente fue solido constituir un tópico rutinario para abominar de dicha centuria como estéril y fatídica dentro de la evolución del país, sin embargo, en múltiples sentidos se registran en ella trascendentales avances. El primero y básico es el rápido crecimiento de la población de España, que en 1797 es de 10541000 habitantes y en 1822 de 11661000, en 1833 de 12286000, en 1857 de 15464340 personas, en 1877 de 16625861 y en 1900 de dieciocho millones de habitantes. En el orden político, acaba la centuria dejando en marcha un mecanismo de gobierno democrático que aunque imperfecto y defectuoso, hubiera sido inimaginable medio siglo antes en la época de los pronunciamientos. El desarrollo económico da también pasos admirables en la segunda mitad del siglo y no existe comparación posible entre el nivel de la ciencia y de la cultura entre las postrimerías del siglo XVIII y las del XIX. La literatura, después de la época romántica que es brillante y fecunda, conoce un momento de esplendor novelístico y dramático sólo comparable al del siglo de oro y 1o propio ocurre con la pintura tras el momento insigne de Goya, con la abundancia y variedad de producciones que contiene. El mismo progreso se percibe en la urbanización de las capitales y su desarrollo, el adelanto de la medicina y el acceso de mayores multitudes a sus beneficios y la extensión de la enseñanza. Quedan por resolver graves conflictos que ponen en quiebra la justicia social y demuestran una inaceptable supervivencia de situaciones arcaicas de privilegio, creadoras a su vez, de inquietudes y desórdenes públicos endémicos como los del campo andaluz.

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