San Marcos de La Barcella

en recuerdo a don Vicente Meseguer Folch de Canet lo Roig.

    A unos cinco kilómetros al norte del pueblo de Chert, detrás o en frente de las montañas de les moles según se mire pero encima de una pequeña colina o promontorio, se levanta la ermita que todos conocemos con el nombre de Sant Marc. En realidad, Sant Marc es el apóstol evangelista a cuya advocación religiosa se intercede en el lugar porque, en realidad, la ermita está dedicada a Sant Pere, no en vano, en otros tiempos, a los frailes que allí vivían, les llamaban los Pedros.

    Los Pedros eran unos monjes guerreros que durante la edad media se constituyeron como parte integrante de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén que darán nombre a los Hospitalarios, una especie de Cruz Roja y Cuerpo de Bomberos de la época que asistían a los Templarios, los guerreros que defendieron el Templo de Salomón en la conquista de los Santos Lugares con la aprobación de la Iglesia de Roma. Su carta de población la otorgó el Rey Alfonso II en 1192, siendo la primera Carta Puebla concedida al sur de las tierras de la desembocadura del río Ebro.

    Al sureste de la ermita de Sant Pere de la Barcella, se eleva majestuosamente la Mola Murà, una muela unida a la Mola Gran que con sus escarpados cingles, la convierten el un lugar inexpugnable con la ventaja de su provisión de agua en la ladera este, en el abrigo de la base del cingle llamado Font del Ansaloni y separada por el sur con un gran muro de piedra, hoy derruido pero que en su día fue muralla para la tribu de los Ilercavones que allí vivía y que da nombre a la muela.

    Como vecinos de Chert, inexplicablemente tenemos una gran afinidad sentimental con las personas del hermano pueblo de Canet lo Roig, nada que ver con los otros pueblo cercanos en la distancia física y los nacidos en ambos pueblos, en algún momento de nuestra vida, hemos sentido la necesidad de acercarnos hasta estas muelas que, sabiendo de antemano allí no encontraríamos nada, sí disfrutamos de un sentimiento de tranquilidad y regocijo emocional al que solo cabe por explicación entender que por nuestras venas corre la sangre de aquellos primitivos ilercavones que en su día dominaron el territorio y allí asentaron su morada.

    Pero esta tierra agreste y montañosa del Maestrazgo, nunca fue apreciada por nadie y en tiempos de la reconquista cristiana, fue utilizada como lugar de reclusión y abandono para las personas enfermas. Curiosamente, la orografía y climatología del lugar, propicia el crecimiento de plantas muy interesantes y apreciadas en farmacología por su importancia en la sanación de dolencias o curación enfermedades, de hecho, aunque no queramos reconocerlo, en Chert nunca existió la enfermedad de la lepra e inexplicablemente, aquí se conoce con el nombre de "mesells". La última persona de Chert que murió conociendo el remedio de su curación fue Dª. Antonia Eixarch Segarra, esposa del Sr. D. Severino Capsir Sales, de cuyo matrimonio nacieron María, Vicenta, Hermenegildo, Antonia, Severino, Vicente, Tomás, Manuela y Francisca y que elaboraba ella misma con plantas silvestres de los montes de la Barcella.

    Anejo al edificio religioso de la ermita, hay otro muy reformado que se puede entender fue construido para hospedería y posteriormente aprovechado como escuela, aunque la parte trasera, la que estuvo situada al norte y al este de la torre, hoy ha desparecido. Estas dos edificaciones, muy restauradas, se hallan unidas a un torreón mucho más antiguo que conocemos como Torre Sant Marc. El fortín, tiene la singularidad de poseer almenas de época árabe pero en cambio, su techumbre plana, es característica cristiana, lo que explica que nos encontramos ante un claro ejemplo de reconquista cristiana a los árabes pero con adaptación o remodelación posterior como necesidad de defensa del asentamiento durante un tiempo prolongado. Junto a las edificaciones, observamos un aljibe muy bien conservado y en la cara sureste de la colina, aún quedan restos del cementerio cuyas cruces de piedra labrada fueron retiradas y están empotradas en el hormigón de otro cementerio para evitar el expolio de los amigos de lo ajeno....

    Tal vez lo más llamativo para el visitante de la ermita, sea el angelito barroco suspendido de la techumbre de la capilla que me inspira el cuento "L'angelet de Sant Pere de La Barcella"; según cuentan los abuelos a sus nietos, responde a un niño que no se portaba bien y por quitarle un rollo (hogaza redonda de pan dulce hueca por el centro) a su madre, lo colgaron del techo castigado, aunque el sosiego, la frescura, el equilibrio con la naturaleza, es todo un cúmulo de sensaciones armoniosas y placenteras que se respiran en el entorno y le confieren su principal característica.

    Durante muchos años, el lugar de Sant Marc, fue el centro de todas las masías de la Barcella, en donde sus gentes se dedicaban mayoritariamente al pastoreo de cabras y ovejas, cultivando algunas pequeñas fincas que, escalonadas en bancales con paredes de piedra en seco, permitía la escasa tierra fértil del lugar. Las mujeres, se ocupaban de mantener la casa de la masía, cuidaban animales de corral y aprovechaban la leche para elaborar excelentes quesos con los que aportar ingresos económicos a sus respectivas unidades familiares. Cada quesera era fabricada a mano con madera y llevaba labrada desde tiempos ancestrales, unas marcas muy características que diferenciaban y distinguían a cada queso como su anagrama o signo distintivo de la familia fabricante. Para la elaboración, aprovechaban el macerado de la hierba collera que son los estambres amoratados de las alcachofas híbridas y que regularmente cortaban en tiempo propicio de recolección, secándolas posteriormente para su conservación.

    Cuando se celebraba la festividad de Sant Marc, después de oír la Santa Misa en la ermita de Sant Pere de la Barcella y recoger la fogassa, los asistentes se reunían en collas de amigos y cada grupo, se preparaba una torrada de carne a la brasa con allioli en las proximidades de la fuente que está abajo en la vaguada del barranco o cocinaban una paella. Las masoveras de las masías de la Barcella, llenaban todos los cuencos que tenían en sus vajillas con cuajada que ellas mismas elaboraban para la festividad y a la hora de merendar, invitaban a todas las personas que, habiendo asistido a la fiesta, nos acercábamos para ser agasajados. En una ocasión, a mi me regalaron un tazón de los grandes y como era un crío, me puse como un pavo, imagínese el lector, del impacto emocional que debió tener aquel bol de más de medio litro de cuajada que, después de tantos años, aún lo recuerdo.

    Antes de regresar al pueblo, el Sr. Cura Párroco, nos acompaña a rezar unas oraciones al cementerio y se cantan los Gozos de San Marcos, realizando unas bendiciones para todas las tierras de la Barcella con sus gentes, sin olvidar a los animales domésticos y las cosechas.

    El 25 de abril, día de San Marcos, aunque sea el Patrón de la Barcella, también lo veneramos como Patrón de Chert y si bien nuestro pueblo siempre ha sido mayoritariamente industrial con escasos recursos agrícolas, los propietarios de las fábricas, concedían el día libre a sus trabajadores como festividad local. Con el paso de los años, las industrias se extinguieron o se trasladaron a otros pueblos y los trabajadores emigraron. El despoblamiento y el desplazamiento de empresas a otras poblaciones, hicieron que la Romería de San Marcos decayese en número de participantes. Por otro lado, el camino era muy deficiente y el abandono progresivo de las masías, propiciaron su deterioro. Accidentalmente, el Patrimonio Forestal del Estado decidió trazar un nuevo camino desde Chert hasta el Monte Turmell para ubicar en su cúspide un lugar de vigilancia y envió para el estudio del proyecto, al Ingeniero de Montes de Tarragona el Sr. D. Antonio de Echeverría Cervera, esposo de Dª. Teresa Adell Prats de Tírig, compañera de estudios de mi padre Julián Segarra Ortí y durante los días que fue menester, estuvo pernoctando en casa. Por la menor distancia física, o para evitar la cuesa dels Punsets después del Mas de Montañes, el trazado del camino hacia el Monte Turmell, fue proyectado por las inmediaciones de la ermita de Sant Pere de la Barcella, entre la Roca Mercadera y el Barranco, atravesando el puerto de la Mola de les Calderes y la Mola Gran llamado el Molló, dentro de la vaguada en la que disfrutamos de la visión de las famosas figuras esculpidas por la erosión natural en la roca, conocidas como el Gegant y la Geganta y a su vez, importantes personajes en el cuento "El tord Wenceslas", lo que propició un acceso permisible para los automóviles. Quiero citar que la primera vez que fui a la fiesta de Sant Marc de pequeño con cinco añitos, lo hice dentro de un cajón de madera de los utilizados para las botellas de brandy del Maestrazgo, atado con una cuerda al tractor que conducía mi abuelo Julián Segarra Ferreres y mi padre, sentado en el guardabarros de la otra rueda trasera, controlaba por detrás de mi abuelo que no me cayese. Los dueños conductores de los animales con alforja que acompañaban a la romería, se apartaban hacia el borde del viejo y pedregoso camino para evitar que se espantasen los machos con el ruido del motor y huyeran trotando por el monte, mientras nos saludaban al avanzarles. En la era de la ermita, el Sr. D. Juan Blasco Puig, el turronero de Catí desde tres generaciones y el Sr. D. Vicente Gallench García, el pastelero y turronero de Sant Mateu desde 1865, tenían montados unos puestos de venta de sus productos de elaboración propia y que incluían entretenimientos para los niños como las pelotas de serrín atadas con una goma, confites, pitos, puritos de caramelo, flautas de caña, gayados, etc. y sus respectivas esposas Dª. María de Los Angeles Alfonsina Puig Centelles y Dª. Angeles Munter Simó, en las cuatro esquinas del centro del pueblo de Chert, aprovechaban el desplazamiento de sus maridos para acompañarles en el viaje e instalar otros puestos, dando servicio a las personas mayores que por la edad, permanecían en Chert y no iban de romería a Sant Marc. En la ermita, me sentí libre como una cabrita en pleno monte, llamaba emocionadamente a todos los conocidos y mi padre, quedó bien servido.

    La reducción de vecinos en el pueblo de Chert, hacía que cada año en la romería de Sant Marc participasen menos personas pero, por otro lado, el traslado de los bloques de piedra de la cantera con el remolque del  tractor conducido por el Sr. D. José Mular Ortí y el Sr. D. Joaquín Saura Sanz, fue sustituido por los camiones del Sr. D. José Beltrán Mateu y el Sr. D. Juan Adell Ferreres, con la necesidad de acondicionar el camino para estos vehículos hasta la cantera de la Mola Gran. En las masías, los propietarios que aún no las habían abandonado, también se sumaban al progreso con sus tractores y demás vehículos, lo que propició un firme transitable para los coches. En una anualidad, que no puedo precisar, coincidió la festividad de Sant Marc en sábado, de tal suerte que, la afluencia de romeros motorizados hijos de Chert venidos con sus vehículos desde los pueblos donde trabajaban y vivían, fue de tal magnitud que llenaron de coches las fincas de las inmediaciones de la ermita de Sant Pere de la Barcella y desde entonces, se hace coincidir la romería, con el sábado más próximo al día de la festividad religiosa.

    Parece ser que este año 2008, los músicos de la Unión Musical Xertolina, tienen una invitación para actuar en el Certamen Provincial de Bandas de Música en Castellón de La Plana el sábado día 26 de abril, lo que obliga a trasladar la peregrinación al sábado anterior día 19 y este anecdótico hecho, es sencillamente el que motiva la presente exposición. 

    Tradicionalmente en nuestro entorno, las romerías a las ermitas de los pueblos se han realizado a pie y los romeros, se han aprovechado del uso de cayado durante sus caminatas que algunas ocasiones, han atado al mismo una ramita de romero (rosmarinus officinalis). En las ermitas, se disfrutaba del día, casi siempre soleado y el regreso, se alargaba excesivamente por el imprevisto cansancio, aunque intentando llegar al pueblo con la luz del día, en ocasiones, se precisaba de alumbrado como antorchas o candiles, algunos de ellos protegidos del viento en forma de farolito, Cuando llega la romería de la ermita de Nuestra Señora la Virgen de Vallivana a Morella, los romeros entran a la población con grandes cirios encendidos, "les haches", en cambio, a cien kilómetros de distancia en Castellón de La Plana, con farolitos y curiosamente allí, se conserva el único y máximo exponente mundial con "las gaiatas", grandes monumentos artísticos y móviles que se pasean por las calles de la ciudad llenos de luminosidad y que acaban en la parte superior con una curvatura en forma de cayado, en el idioma nativo "gaiato". El cayado fue siempre usado generalmente por las personas de cierta edad como apoyo en su caminar, pero cuando se debía atravesar un río, barranco o zonas de humedales, los jóvenes, que no precisaban del apoyo y con el fin de comprobar la profundidad del agua, tomaban lo que más cerca tenían que generalmente eran cañas de algún cañar de los que crecen en las orillas. Con el paso de los años, en la romería de la Madalena en Castellón de La Plana, se popularizó acompañarse de una caña que regala el Excmo. Ayuntamiento de esta ciudad con una cinta verde atada en el extremo superior a quien desee pedirla, convirtiéndose en la romería de "les canyes" por su vistosidad; es  curioso mencionar que esta romería no se hace a ninguna ermita, sino al antiguo asentamiento de Castellón de La Plana en su fiesta fundacional y cuando a lo lejos ves la procesión de personas con la caña y con su cinta verde ondeando al viento en la que participan masivamente todos los vecinos, representan una imagen pintoresca y muy emotiva. El reencuentro de los inmigrantes con las tradiciones de sus pueblos, han propiciado que los hijos de los vecinos de las poblaciones de la provincia, cuando regresan a los pueblos de sus abuelos, lleven tras de sí alguna de las costumbres de la capital y de esta suerte, en la romería a la ermita de Nuestra Señora la Virgen de Los Angeles en Sant Mateu, se ha importado la peculiaridad de las cañas a las que se añade una cinta azul celeste. En Chert, parece ser que también se está incorporando la costumbre castellonera pero, con una ramita de romero en la caña, aunque no puedo precisar con exactitud porque he visto fotografías con una calabaza atada en la misma caña y como en la última romería que participé fue la celebrada el año de 1981, significa que, afortunadamente para el lector de esta web, deje de agobiarle, aburrirle o entretenerle, permitiéndome eludir contar lo que se hace actualmente en la romería de Sant Marc de la Barcella a Xert pero que me permite invitarle a venir a comprobarlo personalmente.

La romería de San Marcos de la Barcella del año 2008.

Las lápidas medievales del cementerio de San Pedro de la Barcella.

Teoría evolutiva sobre la Cruz de Malta.

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