"De camino por las ermitas"
En toda la Corona de Aragón durante el siglo XIV, convivieron con su grandísima riqueza de credos y las luchas por los protagonismos sociales, cristianos, judíos y musulmanes, mientras en Europa, arremetía una espantosa epidemia que conocemos como la Peste Negra en un tiempo cronológico en el que solo en poblaciones como Valencia del Cid, morían más de 300 personas diarias, cuando, el día 23 de enero del año 1350, nace uno de los seis hijos de la familia acomodada con arraigadas costumbres cristianas se ascendencia catalana, formada por Dª. Constancia Miguel y el notario escribiente de la Corte del Regente D. Guillermo Ferrer, al que le llamaron por nombre Vicente.
Esta privilegiada situación familiar, permitió al niño Vicente distinguirle desde su nacimiento, con unos prestigiosos padrinos de entre la nobleza y vecinos de renombre social como eran tres de sus regidores, el cabeza de jurado Ramón de Oblites, Domingo Aragonés y Guillermo Espigol en una ceremonia celebrada en la iglesia de San Esteban por el sacerdote mosen Perot Pertusa, lo que posibilitó que a partir de 1357, gozase del beneficio eclesiástico de Santa Ana, en la Parroquia de Santo Tomás e iniciase estudios de latinidad en una de las escuelas existentes en "la ciudad de las flores", renunciando a este beneficio, a principios de febrero de 1367 por tomar el hábito en el Real Convento de Predicadores de los Dominicos Valencianos.
Por su simpatía, fuerte personalidad, atracción y cualidades intelectuales como estudiante, sus superiores lo envían desde 1368 hasta 1375 a formarse en Barcelona y después, como profesor de lógica en Lérida, donde conoció al dominico Tomás Carnicer y llevo a cabo el Estudio General de la Corona y de Ciencias de la Naturaleza de Barcelona para, continuar sus estudios de especialización en Toulouse, sobresaliendo a sus 22 años, por la impronta de la doctrina de su hermano de la Orden de Santo Tomás de Aquino, por su amor a la Biblia, por sus amplios conocimientos de hebreo y por la alta formación, con sus dos tratados filosóficos que desde los postulados de la filosofía aristotélico tomista, dan cumplida respuesta a algunas de las afirmaciones del imperante nominalismo medieval, llegando a profetizar, la llegada de unos navíos cargados de trigo, en un tiempo de hambruna social.
El retorno de los Papas a Roma el 17 de enero de 1377, culminaba el mayor de los anhelos de la Cristiandad, cuando el 26 de marzo de 1378 moría Gregorio XI y en el cónclave del día 8 de abril, se eligió Papa al arzobispo italiano de Bari Bartolomé Prignano de Bar, que tomó el nombre de Urbano VI. Las presiones internas por el hecho de no ser cardenal, llevaron a hablar de falta de libertad en la elección y la huida de los cardenales franceses, unida a la ausencia de uno de los electores y la adhesión a la causa el cardenal español Pedro de Luna, llevó a que el 9 de agosto de 1378, un grupo proclamase nula la elección realizada, propiciando que el 20 de septiembre de 1379 abdicara en la persona del cardenal Roberto de Ginebra que adoptó el nombre de Papa Clemente VII, quedando la Cristiandad divida en dos sectores, el de la obediencia romana y el de la aviñonense, con lo que el cisma estará servido y durará hasta 1417.
Flandes, Alemania e Italia con excepción de Nápoles, consideraban legítimo a Urbano VI pero el resto de Europa, apoyaba a Clemente VII y la Corona de Aragón, con Pedro IV el Ceremonioso a la cabeza y su hijo el Príncipe Juan, se sumó desde el principio al Papa Clemente VII, como Vicente Ferrer se había entrevistado en Barcelona con Pedro de Luna, en calidad de Prior de su convento le encomendaron intervenir en Valencia ante el legado de Urbano VI don Perfecto Malatesta. Sus actividades a favor de la obediencia aviñonense eran tan conocidas por las autoridades ciudadanas que, escribieron al Rey Pedro IV denunciándolas y su hijo, el Príncipe Juan, devolvió en enero de 1380 carta de respuesta a Olfo de Proxita, pidiéndole que interviniese para no molestar a Vicente Ferrer en su empresa clementista, lo que le obligará a renunciar, al único cargo que tuvo a lo largo del resto de su vida en su Orden de Frailes Predicadores Dominicos pero dejándonos a sus treinta años un tratado osado, contundente, dedicado al Rey Pedro IV de Aragón sobre el Cisma de Occidente y titulado "De moderno Ecclesiae schismate" fechado en 1380, con el que con razones teológicas y del Derecho Canónico, intenta convencer a todos de que el Papa legítimo es el Papa de Aviñón Clemente VII.
Elegido Papa Pedro de Luna con el nombre de Benedicto XIII el día 28 de septiembre de 1394, le llamó a su lado nombrándole su confesor, pero a Vicente Ferrer no le agrada el clima que se respira en la Curia Pontificia y aunque le ofrecen dignidades cardenalicias y obispados, los rechaza porque en su corazón sufre la división de la Iglesia, ausentándose del palacio papal y retirándose en el Convento de los Dominicos. El sufrimiento mental, la enfermedad, los disgustos, parecen conducirle ineludiblemente a la muerte en medio de una grave enfermedad, cuando, el día 3 de octubre de 1398, parece tener una visión sobrenatural que, cambiando el rumbo de su vida, se dedica a la predicación itinerante consagrándose como Apóstol de Cristo y recorriendo a pie los pueblos de nuestra geografía insistiendo en la renovación y conversión del alma, en la reforma de las instituciones y en la unidad de la Iglesia, aunque manteniéndose partidario del Papa de Aviñón, pero a consecuencia de su intervención en el Compromiso de Caspe en 1412, se le convenció para mediar entre el Rey Fernando, el Papa Benedicto XIII y el Emperador Segismundo, intentando la unión de la Iglesia hasta que por fin, el día 6 de enero de 1416 en Perpignan, Vicente Ferrer lee el documento de la abdicación a la obediencia del Papa de Aviñón de la Corona de Aragón, permitiendo que el 13 de noviembre de 1417 se elija y reconozca a Martín V como único Papa por toda la Cristiandad.
A consecuencia de la muerte del Rey de la Corona de Aragón Martín el Humano el día 31 de mayo de 1410 sin sucesor y después de múltiples encuentros entre representantes de los tres Reinos de la Corona, tras la Concordia de Alcañiz celebrada el día 15 de febrero de 1412, tanto aragoneses, como catalanes y valencianos aceptaron la elección de los nueve compromisarios para la designación del nuevo Rey. Las aspiraciones de don Luis de Anjou duque de Calabria y de don Fadrique de Aragón conde de Luna, quedaron descartadas por la lejanía de parentesco de uno y por ser bastardo el otro, las candidaturas de Juan el conde de Prades y su hermano Alfonso I duque de Gandía y conde de Denia y Ribagorza también por apartado parentesco al ser nietos de Jaime II de Aragón, centrándose los compromisarios elegidos en Fernando de Trastámara infante de Castilla y Jaime de Urgell, conde de Urgell.
En abril de 1412 llega el dominico valenciano Vicente Ferrer la ciudad aragonesa de Caspe como octavo de los compromisarios según el orden jerárquico para unirse a Domingo Ram, obispo de Huesca, Francisco de Aranda, antiguo consejero real y enviado del antipapa Benedicto XIII, Berenguer de Bardají, jurista y letrado general de las Cortes de Aragón, Pedro de Sagarriga, arzobispo de Tarragona, Bernardo de Gualbes, síndico y conseller de Barcelona, Guillem de Vallseca, letrado general de las Cortes Catalanas, Bonifacio Ferrer, prior de la Cartuja de Portaceli y hermano de Vicente y Pedro Beltrán (que sustituirá a Ginés Rabassa), ciudadano de Valencia experto en derecho, siendo invitado el día 24 de junio a pronunciar su voto haciéndolo en favor del infante castellano don Fernando de Trastámara y proclamado Rey Fernando I de Aragón el día 28 de junio de 1412 por los tres compromisarios aragoneses, los dos eclesiásticos valencianos y uno de la burguesía catalana, dos votos se inclinaron por el conde don. Jaime de Urgell para posteriormente secundar la votación de la mayoría y uno se abstuvo por no haber tenido tiempo de formar su parecer, de esta suerte, el Compromiso de Caspe introdujo en el trono aragonés una dinastía castellana, el idioma castellano, pasó a ser el idioma de la corte, quedando el idioma aragonés relegado para ser hablado por la clase baja.
En la mañana del 29 de junio de 1412, el obispo de Huesca celebró un solemne pontifical invitando a Vicente Ferrer para comunicar la noticia con un sermón basado en la justicia que había inspirado la decisión de los Compromisarios e insistió en la importancia de la fe en las gestiones temporales y en el gobierno de los pueblos. Si tenemos la ocasión de leerlo, nos recuerdan las palabras que en 1396 pronunció cuando el Rey Martín había sucedido a su hermano Juan al frente de la Corona apelando a la conciencia del Rey para reparar la injusticia cometida por el Rey Pedro con los canónigos de Tarragona, aunque es evidente que la sentencia de Caspe no podía agradar a todos, especialmente a don Jaime el conde de Urgell.
Durante los años de plena actividad y los veintiún últimos dedicados a la predicación apostólica, mantuvo mucha relación con el mundo judío y musulmán, Vicente Ferrer buscaba la salvación de los hombres y que su mensaje llegase a todas las gentes, rechazando encarecidamente cualquier atropello con las minorías no cristianas y consiguiendo conversiones con su exquisita predicación que llegaron hasta importantes rabinos, al aprovecharse de sus conocimientos del hebreo, de su escritura y su tradición, usando un lenguaje directo y sencillo con expresiones populares y familiares en su oratoria al entender que la fe, no se impone, es la persuasión por medio del estudio y del conocimiento de la doctrina, quien consigue el clima de acogida favorable al mensaje que se predica.
Como predicador, las multitudes se acercaban hasta Vicente Ferrer para oír sus sermones atraídas por la autenticidad de una vida espiritual entregada de lleno al Señor y reflejada en su condición de apóstol y dominico, consiguiendo que la fuerza de su palabra, fuera foco de atracción permanente en cualquier lugar que era deseada su llegada y en ocasiones, algunos de sus sermones, eran escritos por los oyentes para después hacer copias, de las que se conservan bastantes en archivos y bibliotecas de Europa, enganchando a las personas con su lenguaje vivo, rico en ejemplos y popular en el léxico, apoyado en parábolas de intensidad persuasiva, sencilla plasticidad y hábil oratoria. El rector de la universidad de París, Nicolás de Clemanges, desde la ciudad de Génova en 1405 escribía: "Nadie mejor que Vicente Ferrer sabe la Biblia de memoria, ni la entiende mejor, ni la cita más a propósito. Su palabra es tan viva y tan penetrante, que inflama los corazones más fríos como una tea encendida. Para hacerse comprender mejor, se sirve de abundantes metáforas admirables que ponen las explicaciones al entender de la persona más sencilla. No he visto otro predicador que le imite siguiendo la institución apostólica dada por Cristo a sus apóstoles y a los sucesores".
A consecuencia del Consejo de Cardenales, S.S. el Papa Calixto III anunció la canonización de Vicente Ferrer para el día 29 de junio de 1455, mandando conservar los cuatro volúmenes de actas en el romano convento dominicano de Santa María de la Minerva, de donde desaparecieron en 1527, no obstante, Pietro Ranzano, dominico del convento de San Domenico de Palermo y años después obispo de Lucera, hacia 1456, fue el primer biógrafo de San Vicente Ferrer y nos muestra más bien la obra de un humanista cristiano que un texto medieval.
El hecho de ser San Vicente Ferrer el primer canonizado del Reino de Valencia, lo constituyó en emblema. Su fiesta onomástica el 5 de abril no podía ser solemnizada por caer casi siempre en plena Cuaresma, por ello, el Papa Clemente VIII, en 1594 a instancias del arzobispo San Juan de Ribera y el Cabildo Catedralicio, concedió bula para que se celebrase el lunes de la segunda semana de Pascua, alargando la celebración primaveral de la Pascua de Resurrección en toda la Comunidad Valenciana. A consecuencia de este traslado litúrgico, su conmemoración coincide con los resabios de los ritos de "los aplecs", las salidas pascueras al campo para exaltar el retorno de la vida y la vitalidad ascendente de la naturaleza, así como con "el dia dels combregars" en el que se llevaba el viático a las residencias de enfermos e impedidos para cumplir el precepto de comulgar por Pascua de Resurrección sin que el Cristianismo, pudiese suprimir el culto ancestral a las fuentes por sus virtudes curativas.
Fruto de su peregrinación y predicación por los pueblos de las tierras del Maestrazgo al norte de la provincia de Castellón, se construyeron ermitas y capillas en las proximidades de algunos pueblos como Traiguera, Chert, Catí, Coves de Vinromá y Santa Magdalena de Pulpis dedicadas a su advocación. Con el paso del tiempo y el aumento vecinal en la población de Chert, las edificaciones llegaron hasta la referida ermita que la absorbieron en su núcleo urbano aunque en los otros pueblos, continúa en su emplazamiento original en el campo. La capilla de San Vicente en Triguera, está ubicada al norte de la población junto a la fuente de San Vicente y los lavaderos que hay al lado en el mismo barranco. La desaparecida ermita de Chert, estaba situada en el Llano de San Vicente, actual paseo de la Independencia, a unos trescientos metros de la entrada sur del pueblo cristiano y a unos cien metros de la plaza Mahó, núcleo neurálgico del pueblo árabe, de la que solo se conserva una imagen fotográfica tomada por Julián Segarra Ferreres, aunque las piedras del edificio están en las paredes de calle Camí Nou, pero de la que disponemos de un interesante artículo documental redactado por D. Juan Antonio Micó Navarro. La ermita de San Vicente Ferrer de Catí, ubicada en el campo en medio de la naturaleza, a unos dos kilómetros de la población en dirección Este encima de una colina. La capilla de San Vicente de Catí, junto a la misma fuente, antaño en la muralla del pueblo y actualmente integrada en la población. La ermita de San Vicente en Coves de Vinromà, la encontramos al norte del pueblo a menos de medio kilómetro de distancia, en medio del paraje y la ermita de San Vicente en Santa Magdalena de Pulpis se halla en el monte, junto al camino, hoy carretera de Salzadella, a unos dos kilómetros de distancia hacia el oeste.
El hecho de que entre la residencia del Papa Benedicto XIII Pedro de Luna en veraniega Peñíscola y la acogedora e histórica población de Morella tengamos varias ermitas y capillas de San Vicente tan próximas entre si dentro del Maestrazgo, cuando las más cercanas, se encuentran en los hermanos pueblos de Les Coves de Vinromà, Santa Magdalena de Pulpis y Borriol, ha despertado la curiosidad de algunos vecinos de Chert amantes de la naturaleza y permitido que nazca para disfrute del curioso senderista "el camino de las ermitas".
õõ El camino desde la ermita de San Vicente de Traiguera a la desaparecida ermita de Chert.
õõ El camino desde la desaparecida ermita de Chert a la ermita de San Vicente de Traiguera.
õõ El camino desde la desaparecida ermita de Chert a la ermita de San Vicente de Catí.
õõ El camino desde la ermita de San Vicente de Catí a la desaparecida ermita de Chert.
Invitación.-
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